Año 6- Devocional # 06
27-Marzo-2015
Me pareció importante reflexionar en este tema, ahora
que vamos a celebrar un aniversario más de la muerte y Resurrección de nuestro
Señor Jesucristo; lo que predicamos para salvación:
El autor de este comentario es Jerry Cross, autor del
libro “Vivir en el Poder del Evangelio” del cual saqué este comentario, lo
pueden descargar es libre con permiso del propio autor.
La soberbia
EL PECADO DE SATANÁS FUE EL
ORGULLO O LA SOBERBIA. 1ª Timoteo 3:6; Isaías 14:13.
¿Cuál fue el pecado de
Satanás? Satanás un día vino a Dios y lo retó diciendo: Yo soy capaz de sacarte
a patadas del cielo y tomar tu lugar, y lo intentó. Para nosotros es difícil
imaginarnos a este personaje. Menos mal que él es un enemigo vencido. Nosotros
no lo podemos vencer en nuestro poder, pero él ya está vencido. Cuando estamos
en Cristo Jesús estamos en la persona que venció a Satanás y sigue venciendo
los vestigios de su reino en nuestra vida. La característica principal de
Satanás es el orgullo, y una característica principal del Señor Jesucristo es
la humildad.
1. ¿A quién reflejamos
más?
Al examinar mi vida, es
doloroso porque a medida que voy examinándome, me doy cuenta de que me
parezco más al orgulloso Satanás que al humilde Cristo. En realidad, estoy muy
lejos de parecerme al Señor Jesucristo. Ahora nos vamos a examinar. La primera
pregunta es: ¿a quién me asemejo más? ¿A Satanás, ese ser orgulloso? o me
semejo más al Señor Jesucristo. Ese pasaje en Filipenses (2:3) fue escrito para
que yo sea como Él es.
2. He aquí algunas otras ideas
para examinarnos a nosotros mismos de manera sincera.
2.1. La persona orgullosa se
enfoca en las faltas y en los fracasos de los demás. (¿Es eso verdad en tu vida?)
Personas quebrantadas y arrepentidas están abrumadas con un sentido de su
propia necesidad espiritual, ¿Cuál de estas características se asemeja más a la
realidad de tu vida? ¿Enfocas las faltas y los fracasos de los demás o estas
abrumado con tu propia necesidad espiritual?
2.2. Los orgullosos tienen un
espíritu de crítica, miran las faltas de los demás con un microscopio, pero las
suyas con un telescopio, ó “Como en la oración del Padre Nuestro, pueden
humildemente perdonar mucho porque reconocen todo lo que se les ha perdonado a
ellos”.
2.3. ¿Te sientes justo, recto
y desprecias a los que no están de acuerdo contigo, o estimas a los demás como
superiores a ti mismo? (Esto viene directamente del pasaje de
Filipenses).
2.4. Los orgullosos tienen un
espíritu independiente y autosuficiente, mientras que los humildes
tienen un espíritu dependiente, reconocen su necesidad de los demás ¿Cuál eres
tú? ¿Cuál soy yo?
2.5. Los orgullosos siempre
tienen que probar que están bien, mientras que los humildes están dispuestos a
renunciar a ese derecho y reconocer sus fallas.
2.6. Los orgullosos reclaman
sus derechos y tienen espíritus demandantes. El humilde entrega sus derechos a
Dios y tiene un espíritu dócil.
2.7. Los orgullosos se
protegen a sí mismos, protegen su tiempo, sus derechos, su reputación, mientras
que el humilde se niega a sí mismo.
2.8. El orgulloso desea ser
servido, el humilde es movido por amor a servir.
2.9. El orgulloso desea ser
exitoso, mientras que el humilde está movido a ser fiel a otros, servir a otros
para que ellos sean exitosos.
2.10. El orgulloso desea su
propia promoción, el humilde desea promover a otros.
2.11. El orgulloso tiene el
sentimiento inconsciente de que este ministerio o iglesia es privilegiado de
tenerme a mí y a mis dones. Se engrandece al pensar en lo que puede hacer por
Dios, mientras que el humilde tiene un sentido de su propia indignidad y está
emocionado de que Dios le pueda usar.
2.12. Los orgullosos se
sienten seguros pues saben mucho, los humildes reconocen cuánto les queda por
aprender.
2.13. Los orgullosos se
sienten heridos cuando los demás son promovidos y ellos pasados por alto.
Mientras que los humildes están deseosos de que otros reciban un crédito y se
regocijan cuando otros son promovidos.
2.14. Los orgullosos están
preocupados de lo que los demás piensan, y trabajan para proteger su propia
imagen y reputación. Mientras que los humildes piensan: Yo no merezco
tener ninguna parte en ningún ministerio, saben que no tienen nada que
ofrecer a Dios, excepto la vida de Jesús fluyendo a través de sus vidas
quebrantadas. Lo que les importa no es lo que otros piensan sino lo que Dios
sabe de ellos. Están dispuestos a sacrificar su propia reputación por honrar a
Cristo.
Ahora, yo no sé cómo les ha
ido hasta ahora en este examen. Pero en cuanto a mí, me ha ido muy mal. Nos
quedan seis más.
2.15. Los orgullosos quieren
asegurarse de que nadie descubra su pecado, su instinto es cubrirlo, mientras
que los humildes están dispuestos a arriesgarse, son sinceros al relacionarse
humildemente sin un espíritu de superioridad con otros. Están dispuestos a ser
abiertos y transparentes con otros de sus fracasos, conforme Dios les dirige.
2.16. A los orgullosos les cuesta trabajo decir: Me equivoqué, ¿me podrías
perdonar? Mientras que el humilde acepta su responsabilidad y puede ver en
dónde se ha equivocado en determinada situación. Acuérdense de los tres pasos
del arrepentimiento. Existe un problema y el humilde dice: “Yo soy ese
problema”.
2.17. Los orgullosos son
inaccesibles y defensivos cuando son criticados. Sacan las uñas, para
defenderse. Los humildes reciben la crítica con un espíritu
abierto.
2.18. Los orgullosos tienen
remordimiento de su pecado. Sienten preocupación de que han sido descubiertos y
atrapados, mientras que los humildes, una vez quebrantados, no les interesa
quien lo sepa o quien los descubra. Están dispuestos a ser expuestos porque no
tienen nada que perder al reconocer su verdadera condición delante de
Dios.
2.19. Los orgullosos se
comparan con los demás y se sienten dignos de un honor especial, mientras que
los humildes se comparan con la Santidad de Dios y sienten una necesidad
desesperada por la misericordia de Dios en su vida.
2.20. Los orgullosos no creen
que ellos mismos tengan necesidad de un avivamiento, pero están seguros de que
todos los demás sí lo necesitan, mientras que el humilde se da cuenta de su
propia necesidad y tiene una actitud continua de arrepentimiento en su
corazón.
Tengo que confesar que este
examen es doloroso para mí. Creo que para cualquier persona que realmente está
dispuesta a enfrentar el orgullo de su corazón, es doloroso.
Necesitamos la gracia de Dios,
necesitamos la obra de Dios.
Él es nuestra única esperanza,
necesitamos reconocer que existe un problema. Yo soy el problema y Cristo es mi
única esperanza. Necesito vivir al pie de la cruz del calvario, reconociendo
que Cristo consiguió para mí, todo lo que necesito, todas las bendiciones
espirituales están en Cristo Jesús, Efesios 1:3
Bendiciones
Pbro. Gilberto Flores Elizondo
Pastor de la Iglesia: Camino Verdad y Vida
Iglesia Nacional Presbiteriana
Tel: (81) 8352 6165
o
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