Devocional # 24 año 5- 11-noviembre-2014
“Yo soy tu Dios que te esfuerzo.”
Isaías 41: 10.
Cuando
somos llamados a servir o a sufrir, hacemos un inventario de nuestras fuerzas,
y descubrimos que son menores de lo que pensábamos, y menores de las que
requerimos. Pero nuestro corazón no deberá abatirse en nuestro interior, ya que
contamos con esta palabra, en la que podemos apoyarnos, pues nos garantiza todo
lo que podamos necesitar. Dios tiene una fuerza omnipotente y Él puede
comunicarnos esa fuerza, y nos promete que lo hará. Él será el alimento para
nuestras almas, y la salud de nuestros corazones; y así, Él nos dará fortaleza.
No se
puede saber cuánto poder pondrá Dios en un hombre. Cuando la fortaleza divina
viene, la debilidad humana ya no es un obstáculo. ¿No recordamos épocas de
trabajos y pruebas en las que recibimos fortaleza especial que nos sorprendimos
de nosotros mismos? En medio del peligro conservamos la calma, ante la pérdida
de seres queridos estábamos fortalecidos, ante la calumnia poseíamos dominio
propio, y en la enfermedad éramos pacientes.
El hecho
es que Dios provee una fortaleza inesperada cuando nos sobrevienen pruebas
inusuales. Nos levantamos por encima de nuestra debilidad. Los cobardes hacen
papeles de hombres, los insensatos reciben sabiduría, y a los silenciosos les
es dado en el preciso instante lo que deben de hablar.
Mi propia
debilidad hace que me acobarde, pero la promesa de Dios me vuelve valeroso.
Señor, fortaléceme “conforme a Tu dicho.”
Dice
nuestro Señor Jesucristo: Juan 15:5 Yo soy la vid y ustedes los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí ustedes nada pueden hacer.
Bendiciones
Pbro. Gilberto Flores Elizondo
Pastor de la Iglesia: Camino Verdad y Vida
Iglesia Nacional Presbiteriana
Tel: (81) 8352 6165
o
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