viernes, 30 de abril de 2010

LA SOBERANÍA DE DIOS Y LA ORACIÓN

Decir que Dios ha ordenado que los destinos humanos puedan ser cambiados y moldeados por la voluntad del hombre es absolutamente falso.
EL DESTINO HUMANO NO LO DECIDE LA VOLUNTAD DEL HOMBRE, SINO LA VOLUNTAD DE DIOS (1 Samuel 26:8).

Entonces ¿porqué Dios ha determinado que oremos?.Hay varias respuestas a este interrogante:

En primer lugar, y ante todo, la oración es un mandamiento para que Jehová sea honrado. Dios exige que le adoremos, y la verdadera oración, es un
acto de culto. En ella reconocemos que dependemos de Él.

En segundo lugar, Dios ha designado la oración para nuestra bendición espiritual, como medio para nuestro crecimiento en la gracia. Dios ha
designado la oración para nuestra humillación. La oración es un ejercicio para nuestra fe.

En tercer lugar, la oración ha sido mandada por Dios para que busquemos en Él las cosas que necesitamos. Pero aquí surge una dificultad: si Dios
antes de la fundación del mundo, ha determinado todo lo que ocurre dentro del tiempo, ¿de qué sirve la oración? ¿para qué orar? ¿de qué sirve que yo
comparezca ante Dios y le diga lo que ya sabe?

La oración no ha sido designada para que Dios pueda saber lo que necesitamos, sino como confesión a Dios de nuestra experiencia de la
necesidad. Sin embargo, vuelve a plantearse la pregunta: ¿no será la oración una práctica poco provechosa? NO.

Es evidente que la oración no carece de significado ni de valor, así lo dice la Escritura:
“Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17); “Es necesario orar siempre” (Lucas 18:1); “la oración de fe salvará al enfermo” ; “la oración del
justo puede mucho” (Santiago 5:15).

¿Cuál es entonces la relación entre la soberanía de Dios y la oración cristiana? Ante todo dejemos bien en claro que la oración no tiene por objeto alterar
el propósito de Dios. Dios ha decretado que ciertos acontecimientos tengan lugar, pero también ha decretado que estos acontecimientos tengan lugar a
través de los medios que Él ha designado para su cumplimiento.

El Evangelio es uno de los medios establecidos para el cumplimiento del eterno consejo del Señor, como la oración es otro.

La palabra de Dios enseña claramente que las oraciones pidiendo precisamente el cumplimiento de las cosas que Dios ha decretado no carecen
de significado. Daniel “entendió” por los escritos de los profetas que la cautividad debía durar solamente setenta años, pero cuando estos setenta
años habían casi terminado, se nos dice que volvió su “rostro al Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio y ceniza”(Daniel 9:2).

En Ezequiel 36 leemos las promesas explícitas e incondicionales que Dios ha hecho tocante a la futura restauración de Israel, pero en el versículo 37 de ese capítulo se nos dice: “Así ha dicho el Señor Jehová; aún seré solicitado de la casa de Israel para hacerles esto”. (para bendecirlos)

¿Acaso el Hijo de Dios no sabía que ninguno de los suyos perecería? Sin embargo rogó al Padre que los guardara (Juan 17:11).
Nuestras creencias con respecto a la oración han de ser revisadas. La idea que se tiene hoy en día es: “me presento ante Dios, le pido algo que necesito, y espero que me lo dé.
NO, y otra vez NO.

Orar es presentarme ante Dios, contarle mi necesidad, encomendarle mis caminos y dejar que haga según a Él le parezca mejor. Esto es dejar que
Dios conteste la oración de la manera que Él crea conveniente, sea la que sea, bien que a menudo su respuesta sea la que menos agrade a la carne.
Como ejemplo consultemos 2 Corintios 12: Se ha concedido a Pablo un privilegio inaudito. Ha sido arrebatado al Paraíso. Sus oídos han
escuchado y sus ojos contemplado lo que ningún otro mortal ha oído ni visto en el lado de acá de la muerte.

La maravillosa revelación fue más de lo que el apóstol podía soportar. Estaba a punto “de creérsela” a causa de su experiencia. Por lo tanto se le envía un aguijón en la carne, un
mensajero de Satanás que le abofetee para que no se enaltezca demasiado.

Y el apóstol presenta su necesidad ante el Señor, le implora tres veces que éste aguijón sea quitado; ¿fue contestada su oración? Sin duda, aunque no
como hubiera deseado. El aguijón no fue quitado, pero le fue dada gracia para soportarlo.

La verdadera oración es comunión con Dios, de manera que es necesario que Él llene nuestros corazones de sus pensamientos .Si pedimos algo conforme
a su voluntad, Él nos oye, y si no pedimos, no nos oye (Santiago 4:3).

Que sea nuestro clamor: SEÑOR ENSÉÑANOS A ORAR (Lucas 11:1).

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