miércoles, 11 de noviembre de 2015

La gracia de Dios entra en nuestras vidas por las grietas


Año 6- Devocional # 14-noviembre-2015

 

La gracia de Dios entra en nuestras vidas por las grietas

 

La gracia de Dios entra en nuestras vidas por las grietas y por el quebranto de nuestras vidas (Lucas 15:18-19).

 

Lucas 15 tiene tres parábolas. La primera es de la oveja perdida y la persona que busca la oveja perdida es el Buen Pastor. Cristo es el Buen Pastor. La segunda parábola es de la moneda perdida donde una mujer enciende una lámpara. Aquí está hablando de la acción del Espíritu Santo en nuestra vida quien nos ilumina. Él nos ayuda a ver, a entender el evangelio, y a aceptar nuestra condición de perdidos. La tercera parábola es del hijo perdido y tiene que ver con el amor del padre. Vemos aquí la obra del Hijo, del Espíritu Santo y del Padre.

 

La primera parábola empieza con la acción divina, porque toda acción humana es una respuesta a la acción divina. Si tomamos solamente la parábola del hijo pródigo o el hijo perdido, podríamos llegar a la conclusión que Dios actúa en base a nuestras acciones, pero al ver la parábola del hijo perdido, en el contexto vemos que Dios había hecho algo mucho antes. Vemos que Cristo busca a la oveja perdida, no que la oveja perdida lo buscaba a él.

 

Él era una oveja así como en Isaías 53: todos nos descarriamos como ovejas y Dios cargó sobre él, El Buen Pastor, el pecado de todos nosotros. Por naturaleza somos ovejas que nos alejamos de Dios, corremos de Dios y es Él quien nos persigue, es Cristo quien nos busca. Este hecho produce en nosotros una gran humildad. Nosotros no lo encontramos, porque Él no es la persona perdida. Fuimos nosotros los perdidos y Él nos halló. En la segunda parábola vemos la obra del Espíritu Santo obrando en nuestras vidas. No es sino hasta la tercera parábola que se observa la acción humana, protagonizada por el hijo pródigo. La acción humana siempre procede después de la acción divina en el cristiano.

 

No es así en todas las religiones falsas. En ellas, siempre se empieza con la acción humana, lo cual afecta la acción de Dios. Es la característica de una religión falsa. En el cristianismo, toda acción humana se basa (estoy hablando de nuestra fe, de nuestra salvación y de nuestro crecimiento espiritual), en la acción de Dios, no al revés. Dios está en control. En 1ª Juan 4:19 dice que nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero. Pero también podemos ir a Filipenses 2:12-13, los versículos precedentes a la humillación de Cristo, como se hizo siervo y se humilló hasta lo sumo, hasta la muerte de la cruz. Después de la acción de Cristo aparece un resultado en nuestra vida, al recibir esa obra de Cristo por fe. Fe es lo único que podemos añadir al evangelio, en realidad es parte del evangelio porque fe es un cero. Fe en si no es una obra, fe es sencillamente recibir la obra de Dios hecha a nuestro favor. Después de presentar la obra de Cristo y su muerte en la cruz, dice el versículo 12: “Por tanto (es decir basado en lo que Cristo hizo en las palabras anteriores, por tanto, a base de lo que Cristo ha hecho), amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”.

 

Al llegar la obra de Cristo a nuestra vida, produce en nosotros obediencia, pero nuestra obediencia viene como resultado de la obediencia de Cristo tal como dice el pasaje anterior. Cristo se humilló, Cristo fue obediente. Cristo se entregó a sí mismo por nosotros. Es su obediencia perfecta delante de su Padre Celestial la que produce en nosotros (al recibirlo por fe), una obediencia que se une a “temor y temblor”. Enseguida dice: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Está clarísimo aquí que nuestra acción siempre fluye de la obra de Dios que le precede.

 

 

 

Bendiciones

Pbro. Gilberto Flores Elizondo

Pastor de la Iglesia: Camino Verdad y Vida

Iglesia Nacional Presbiteriana

Tel: (81) 8352 6165

 


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