miércoles, 17 de abril de 2013

Pasamos como una sombra



Devocional # 55    17-Abril-2013

Pasamos como una sombra

Salmo 39:
1 Decidí prestar atención a mis caminos para no incurrir en pecado con mi lengua; decidí refrenar mis palabras mientras tuviera un malvado cerca de mí.  
2 Y guardé un profundo silencio; ni siquiera hablaba de lo bueno. Y mi dolor se agravó. 3 En mi interior, mi corazón se enardeció; al pensar en esto, estalló mi enojo y no pude menos que decir: 4 «Señor, hazme saber qué fin tendré, y cuánto tiempo me queda de vida. ¡Quiero saber cuán frágil soy! 5 Tú me has dado una vida muy corta; ante ti, mis años de vida no son nada. ¡Ay, un simple soplo somos los mortales! 6 ¡Ay, todos pasamos como una sombra! ¡Ay, de nada nos sirve tratar de enriquecernos, pues nadie sabe para quién trabaja! 7 »Señor, ¿qué puedo esperar, si en ti he puesto mi esperanza? 8 ¡Líbrame de todos mis pecados! ¡No permitas que los necios se burlen de mí!» 9 Y volví a guardar silencio. No abrí la boca, porque tú eres quien actúa. 10 ¡Deja ya de hostilizarme, pues tus golpes están acabando conmigo! 11 Tú nos corriges al castigar nuestros pecados, pero destruyes, como polilla, lo que más amamos. ¡Ay, sólo un soplo somos los mortales! 12 Señor, ¡escucha mi oración! ¡Atiende a mi clamor! ¡No guardes silencio ante mis lágrimas! Ciertamente, para ti soy un extraño; soy un advenedizo, como mis antepasados, 13pero déjame recobrar las fuerzas antes de que parta y deje de existir.

1-3 David determinó guardar su lengua para no pecar, así que decidió no quejarse ante otros de cómo Dios lo trataba. Sin dudas, David tenía razones para quejarse. Era el rey ungido de Israel, pero tuvo que esperar muchos años antes de asumir el trono. Luego uno de sus hijos trató de matarlo para ser rey en su lugar. Pero David decidió no quejarse de sus problemas con los demás, sino que llevó sus quejas directamente a Dios. Todos nos quejamos del trabajo, del dinero o de las situaciones en la vida, pero quejarnos ante otras personas puede hacerlas pensar que Dios quizás no tenga control sobre nosotros. También pudiera parecer como si culpáramos a Dios de nuestros problemas. En cambio, al igual que David, debemos llevar nuestros problemas directamente a Dios.

4–6 La pregunta candente. Poéticamente el v. 4 pregunta: “¿Voy a morir?” Esta era la pregunta que sentía que debía guardarse ante los que no compartían su fe, porque, con una esperanza celestial en el futuro, ¿por qué habría de temer y resentir la muerte? Pero la pregunta se exterioriza y David encara la brevedad, lo insubstancial y el propósito incierto de la vida terrenal.

7–11 Dios es mi esperanza. Esta es su expectación segura: corta o larga, la vida es como Dios la dispone. 8 Líbrame … no me pongas. En su crisis, David se apoyó exclusivamente en la oración. Si la oración “no es contestada”, sus críticos se regocijarán y el insensato (gente sin percepción moral y espiritual) se burlará. 9 Silencio aceptador bajo la mano de Dios. 10, 11 El juicio divino del pecado es una causa de que se abrevie el tiempo de la vida terrenal (cf. 90:5–9), de allí que la preocupación de David no es de ser sanado sino de ser perdonado (8).

12, 13 Oración pidiendo luz. El final de la existencia terrenal debe llegar; mientras tanto anhela “animarse”. 12 La oración lleva nuestras necesidades a Dios; el clamor, nuestra impotencia; las lágrimas, nuestra urgencia. Forastero … advenedizo. El Señor hizo a su pueblo “forasteros y advenedizos” en su tierra (Lev. 25:23); forastero, alguien que ha pedido asilo; advenedizo, un “inquilino” sin derecho de propiedad. El Señor ama a sus “forasteros” (Deut. 10:19) y da protección y tenencia.

La brevedad de la vida es un tema tratado a través de los libros de Salmos, Proverbios y Eclesiastés. Cristo también habló acerca de ello (Lucas 12:20).

Es irónico que la gente pase tanto tiempo asegurando su vida en la tierra y muy poco o nada en donde pasará la eternidad. David se dio cuenta de que las sorprendentes riquezas y las tareas terrenales que nos llevan tanto tiempo alcanzar no tienen ningún valor en la eternidad.

Muy pocas personas comprenden que su única esperanza es el Cristo.

Juan 3: 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.




Bendiciones
Pbro. Gilberto Flores Elizondo
Pastor de la Iglesia: Camino Verdad y Vida
Iglesia Nacional Presbiteriana
tel: (81) 8352 6165

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miércoles, 3 de abril de 2013

El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador



Devocional # 54    3-Abril-2013

El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador

2 Corintios 4
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; 9 perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 siempre llevamos en el cuerpo, y por todas partes, la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. 11 Porque nosotros, los que vivimos, siempre estamos entregados a la muerte por amor a Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal. 12 De manera que en nosotros actúa la muerte, y en ustedes la vida. 13 Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo a lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos. 14 Sabemos que el que resucitó al Señor Jesús también a nosotros nos resucitará con él, y nos llevará a su presencia juntamente con ustedes. 15 Pues nosotros padecemos todas estas cosas por amor a ustedes, para que al multiplicarse la gracia por medio de muchos, más se multipliquen los que den gracias, para la gloria de Dios. 16 Por lo tanto, no nos desanimamos. Y aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando de día en día. 17 Porque estos sufrimientos insignificantes y momentáneos producen en nosotros una gloria cada vez más excelsa y eterna. 18 Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Solo quiero dejar esta ilustración y esta pequeña reflexión para que meditemos en nuestra vida diaria:

Un niño  hizo un barquito de madera y salió a probarlo en el lago, pero sin darse cuenta, el barquito impulsado por un ligero viento fue más allá de su alcance.
Apenado corrió a pedir ayuda a un muchacho mayor, que se hallaba cerca, que le ayudara en su apuro.
Sin decir nada el muchacho empezó a tirar piedras, al parecer en contra del barquito; el pequeño pensó que nunca tendría su bote otra vez y que el muchacho grandote se estaba burlando de él; hasta que se dio cuenta que en vez de tocar el bote cada piedra iba un poco más allá de este y originaba una pequeña ola que hacia retroceder el barco hasta la orilla.
Cada piedra estaba calculada y por último el juguete fue traído al alcance del niño pequeño, que quedó contento y agradecido con la posesión de su pequeño barco su tesoro.
A veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen desagradables, sin sentido ni plan y hasta nos parece que más nos hunde; pero si esperamos y tenemos confianza en Dios, nos daremos cuenta de que cada prueba, cada tribulación, es como una piedra arrojada sobre las quietas aguas de nuestra vida, que nos trae más cerca de nuestro objetivo que es Cristo.
Salmos 18:2
El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca (Cristo) en quien me refugio; mi escudo y el cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable.


Bendiciones
Pbro. Gilberto Flores Elizondo
Pastor de la Iglesia: Camino Verdad y Vida
Iglesia Nacional Presbiteriana
tel: (81) 8352 6165

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